EN EL CONSUMO DE MÁS VEGETALES, CADA PASO IMPORTA
A veces parece que hubiera un abismo entre las personas que comen de todo y las que son vegetarianas o veganas, como si fueran dos categorías enfrentadas. Se ha convertido casi en algo identitario. Creo que para lxs que no hemos decidido dejar de consumir alimentos de origen animal, hay todo un recorrido de acercamiento a esa opción, que puede ser, en sí, muy beneficioso. Esto ya supone un paso transformador para nuestra salud y repercute en el planeta.
El acceso a los alimentos y la globalización han ido en detrimento de una dieta más saludable en cuanto al equilibrio entre los distintos grupos de alimentos. Siempre hablamos de variedad como algo saludable, pero depende de nuestras elecciones conscientes e informadas. Socialmente, la verdura siempre se ha asociado a tener pocos recursos, en cambio, la proteína animal tipo carne, pescado y marisco se asociaba a un nivel adquisitivo alto. Si bien esto sigue teniendo cierta vigencia, hay también una industria en la actualidad que, aprovechando los cambios en la alimentación de una parte de la sociedad, está introduciendo en el mercado una amplia oferta de vegetales y productos de origen vegetal, muchos de los cuales tienen unos precios bastante elevados.
De un tiempo a esta parte, se nos viene advirtiendo que hay que hacer un consumo moderado de carnes, sobre todo las rojas y las más grasas. Para ello tenemos que entrenarnos y desmontar nuestros hábitos, que están muy arraigados en el imaginario colectivo. Es importante ampliar nuestro repertorio de recetas basadas en vegetales. Mucha gente me dice que le gustaría comer más vegetales, que les gustan, pero que no tienen ni tradición ni experiencia en este tipo de recetas. Eso hace que cuando lo intentan, su dieta se haga aburrida y repetitiva.
Frecuentemente, en nuestro entorno, se asocia lo vegetal a las dietas de adelgazamiento, a platos tristes e insípidos, poco saciantes. Siempre que pensamos en celebración o en darnos un homenaje, la carne o el pescado son los primeros en aparecer en nuestras fantasías. Yo recuerdo toda mi infancia, oír en mi entorno decir que no podía faltar ni en comida ni en cena la carne o el pescado. Y en cambio, lo vegetal siempre queda relegado a un segundo plano, a veces anecdótico. Te sonará la típica frase de: “Habrá que pedir algo verde también, no? ¿una ensaladita para aligerar?”. Parece que lo vegetal se incluyera en la dieta por cumplir con un cupo… Frente a pensar lo vegetal como secundario y que aparezca como guarnición o complemento en nuestras comidas, podemos darle la vuelta y empezar a considerarlo como el protagonista de los platos.
La realidad es que la alimentación, como muchas otras cosas, es cuestión de educación. Damos por hecho que a lxs niñxs no les gusta la verdura y lo aceptamos como una verdad inapelable. Siempre escuchamos trucos e ideas para camuflar verduras y hortalizas, para engañar y que se coman la verdura sin ser conscientes. Cuando lxs adultxs ya estamos proyectando nuestras propias ideas preconcebidas o gustos instaurados en nuestros pequeños, estamos condicionando su mirada hacia estos alimentos.
Tradicionalmente, en las casas se ha cocinado la verdura de una forma poco variada y poco sugerente o apetecible. Siempre se ha tendido a poner verdura cocida o rehogada y generalmente más cocinada de la cuenta (aunque esto es cuestión de gustos). Pero la textura blanda o babosa no es de las más exitosas, tampoco entre lxs niñxs. El día que tocaba verdura, que se hacía casi por obligación, las madres, que siempre eran las encargadas de cuidar la alimentación familiar, tenían que luchar, convencer, persuadir a hijxs y a veces, incluso a los maridos. Estas situaciones nos traen cola. De aquellos polvos vienen estos lodos.
Parece poco importante, pero las actitudes, las creencias y las emociones son la base de nuestros comportamientos. Si queremos cambiar nuestros hábitos porque ya hay evidencia científica de cómo la alimentación influye en nuestra salud, habrá que adoptar una actitud abierta y positiva hacia los alimentos más saludables. Desde mi punto de vista, es necesario deconstruir nuestra forma de alimentarnos, así como nuestras creencias con respecto a la alimentación, cuestionarnos y tener una mirada crítica, para poder encontrar otro enfoque que nos venga mejor, que se adecúe más a qué queremos hacer y a cómo queremos ser.
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